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Miriam Reyes

ESCRITORES Y LIBROS

 EL PANTATEUCO DE ISAAC, ANGEL WAGENSTEIN


Angel Wagenstein     trata de confrontar la tragedia con el humor, un difícil juego que este autor domina, sin lugar a dudas.

 La novela El Pentateuco de Isaac (Libros del Asteroide,2008 ), con la que el histórico cineasta búlgaro Angel Wagenstein se dio a conocer como novelista. El libro cosechó un éxito inmediato y fue traducido rápidamente a numerosos idiomas.    El Pentateuco de Isaac,ac  permite descubrir un escritor que con sabiduría y humor ha sabido aportar una nueva mirada a la reciente historia europea.
Este libro, cómico y triste a la vez, es el testamento de una Europa ya extinguida. El protagonista, Isaac Blumenfeld, un humilde sastre judío de la antigua región de Galitzia, relata cómo nace siendo súbdito del Imperio Austrohúngaro y termina siendo austriaco, no sin antes haber sido ciudadano de Polonia, la URSS y el Tercer Reich. Después de sobrevivir a dos guerras mundiales, tres campos de concentración y de los sucesivos cambios en el trazado de fronteras, Isaac escribe ya mayor su propio Pentateuco. En él quiere dejar constancia de su mundo desaparecido a la vez que da cuenta de la que ha sido su mejor arma de supervivencia: el humor.
Con El Pentateuco de Isaac, Libros del Asteroide inicia la publicación de la trilogía de Wagenstein sobre el destino de los judíos de Europa en el siglo xx, que se completará con Adiós, Shangai y Lejos de Toledo. Wagenstein se ha convertido con esta trilogía en una referencia ineludible de la reciente literatura centroeuropea.

BIOGRAFÍA

Angel Wagenstein (1922), nació en una familia sefardí de Plovdiv, Bulgaria, y pasó su infancia exiliado en París por la militancia de su familia en movimientos socialistas y comunistas. Regresó a su país tras una amnistía y, siendo un adolescente, entró a formar parte de una organización antifascista clandestina. Durante la segunda guerra mundial, participó en varios actos de sabotaje por los que fue internado en un campo de trabajo, del que se evadió para integrarse en las filas de los partisanos. Arrestado y condenado a muerte en 1944, logró salvarse gracias a la entrada del Ejército Rojo en Bulgaria.
Finalizada la guerra, cursó estudios cinematográficos en Moscú y empezó una larga y reconocida carrera como guionista y realizador. En 1959, la película Étoiles, de la que es guionista, recibió el Premio Especial del Jurado del Festival de Cannes. Su carrera literaria comenzó tardíamente con la publicación de la novela El Pentateuco de Isaac (1998; Libros del Asteroide 2008), que fue el inicio de una ambiciosa trilogía dedicada al destino de los judíos en la Europa del siglo XX que completaría más tarde con Lejos de Toledo (2002; de próxima aparición en Libros del Asteroide) y Adiós, Shangai (2004; Libros del Asteroide 2009). Sus obras se han traducido a numerosas lenguas y han sido recompensadas con múltiples galardones (entre los que destaca el Premio Jean Monnet de Literatura Europea). Actualmente vive en Sofia.


UN COMENTARIO QUE ME HA GUSTADO:

Hay una línea sutil que une obras como Yo que he servido al Rey de Inglaterra, Las aventuras del valeroso soldado Schwejk o El Pentateuco de Isaac. No es sólo su origen centroeuropeo, su indisimulado pacifismo, la ironía que baña sus páginas y que sirve para distanciarnos del horror que describen. Es también el recorrido que hacen por parte de la historia reciente de este siglo pasado, el XX, vencido ya según el calendario pero aún vigente en sus consecuencias y circunstancias. Y es también, a nivel literario, por sus protagonistas, auténticos héroes de este tiempo en el que sólo los que parecen aquejados de cierta tontuna, logran sobrevivir a las locuras ajenas; sólo quienes se muestran como inofensivos son dejados a un lado ganándose así su supervivencia y sólo ellos, grandes irónicos, penetran y nos ofrecen las verdades que a los serios burócratas o a los visionarios de la política parecen estarles vedadas.

Y esta línea es la misma que une los destinos de millones de personas arrojadas a la muerte en campos de batalla, de concentración o de reeducación; vapuleadas por el debate de las ideas hecho carne y sangre en sus frágiles cuerpos, descuartizados por unos intereses que sólo a unos pocos interesaron y deshumanizados por los bandazos de la arbitrariedad y el azar.

Asomarse a ese marasmo puede hacerse desde los riscos de la Historia, la Política o la Filosofía. Pero otra buena tribuna es la que ofrecen obras como las señaladas, o tantas otras, empeñadas en arrojar luz sobre periodos oscuros, en encerrar sus sombras confusas o en fundir en agua cristalina las más espesas neblinas.

El Pentateuco de Isaac es una de esas atalayas luminosas que nos permiten atisbar de un modo especial las sinrazones de nuestra época (no tantas cosas han cambiado, quizá sí se hayan desplazado geográficamente) a través de los ojos de Isaac Jacob Blumenfeld, que nació austrohúngaro, pasó a ser ciudadano de Polonia, compañero de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, habitante de los Territorios Orientales del Reich y, finalmente, con un breve interludio siberiano, ciudadano austriaco con residencia en Viena. Y en estos cinco episodios o libros, no tan extraños para muchos otros ciudadanos europeos que vieron bailar las fronteras varias veces bajos sus pies temblorosos, llegamos a identificarnos y emocionarnos con las ocurrencias y peripecias de este buen judío hasídico que, a duras penas, logra llevar su narración a su destino, siempre asaltado por anécdotas, chistes o recuerdos que le desvían de su camino y a los que se aferra con fuerza para preservar su identidad, su cordura en definitiva.
"¿Acaso has visto a un judío que se calle lo que ya ha decidido contar?"

Y no es que su vida resulte de especial atractivo, o que haya jugado un papel destacado en los acontecimientos que le zarandean. Todo lo contrario, Isaac es una hoja al viento, un camino sin destino cierto. Pero es su esfuerzo por superar cada obstáculo, por definir ese destino que le resulta esquivo, por aferrarse a la vida cuando ésta le abandona, lo que le convierte en un héroe. Sus reflexiones van ganando fuerza y peso y si bien en un principio son los sermones y las conversaciones con el rabino Samuel Bendavid (su cuñado) el nutriente principal de sus reflexiones, pronto adquiere el hábito de pensar por sí mismo, tomando de quienes le rodean y de sus propias observaciones aquello que precisa para elaborar un mundo propio, sin tomarse a sí mismo excesivamente en serio, con humildad y paciencia.
De todos modos, ¿no cayó en la misma tentación el rabino Ben Zwi al ver en una carnicería cristiana un jamón de Praga rosado y fresco?
- ¿A cuánto es este pescado?- le preguntó al carnicero.
- No es pescado, sino jamón de Praga.
- No te pregunto cómo se llama el pescado, sino a cuánto sale....

El libro toma la forma de un largo discurso que entronca con la tradición oral judía, con las reuniones familiares en torno a una cazuela repleta de pipas de calabaza la noche del viernes, celebrando el sabbath, en las que se repasan las miles de historias familiares o tribales que conforman la identidad de este pueblo. A modo de un Woody Allen lenguaraz, Isaac hace avanzar sus recuerdos desde su infancia en Kolodetz, a sus trabajos como ayudante en la sastrería de su padre, su enamoramiento de Sara, la de los ojos verde-grisáceos, su primera visita a Viena acompañado de su tío que quiere enseñarle el mundo (o sea, las mujeres) antes de ser alistado para participar en la Primera Guerra Mundial, contienda de la que sufre sus consecuencias pero sin llegar a participar en ella, al igual que le ocurrirá en la Segunda Guerra Mundial o incluso en la Guerra Fría.

La ironía juega un papel fundamental en esta obra, desde la propia entrada del libro en la que el autor traslada sus agradecimientos al rabino. Esta ironía desempeña una función casi narcotizante, aislando al narrador de una realidad dañina. Pero no sólo de ironía se forma la tradición oral que aflora en las páginas de El Pentateuco de Isaac, también la reflexión filosófica, el manso escepticismo de los oprimidos, la vaga y remota esperanza de remisión, ecos todos ellos de esa tradición citada.
"Si Dios tuviera ventanas, hace tiempo que le hubieran roto los cristales"

En este tono general, Isaac desgrana su vida, una lucha por sobrevivir adaptándose a un entorno siempre hostil, siempre complejo y cambiante pero que afronta con una filosofía que le engrandece. Para cada situación encuentra una anécdota de la que sabe extraer una enseñanza, sabiduría popular en estado puro.
Un buen día, el ciego Iosel, ayudándose con su bastoncito, fue a visitar al rabino y le preguntó:


- Rabí, ¿qué estás haciendo ahora?
- Estoy tomando leche.
- ¿Cómo es la leche, rabí?
- Es un líquido blanco.
- ¿Qué quiere decir "blanco"?
- Blanco, pues... es el color de los cisnes.
- ¿Y qué es un "cisne"?
- Un ave que tiene el cuello curvo.
- ¿Qué es "curvo"?
El rabino dobló su brazo por el codo.
- Anda, tiéntalo y sabrás.
El ciego Iosel palpó atentamente el brazo del rabino y dijo agradecido:
- Gracias, rabí. ¡Ahora ya sé cómo es la leche!
Y es que en este libro, no es sencillo extraer conclusiones ya que poco es lo que parece. Isaac pasa por ser un simple aturullado pero es quien mejor sobrevive a toda la debacle de su siglo. El rabino, el más preparado intelectualmente, no logra asomarse a un atisbo de felicidad, sometido siempre a sus dudas y sus opiniones políticas. Los hijos de Isaac pese a arrimarse al Poder, representado por la patria soviética, son arrasados igualmente.

El Pentateuco de Isaac es la novela que abre una trilogía escrita por Angel Wagenstein, conocido realizador búlgaro de origen judío que, a edad tardía, se decidió a fijar en papel los recuerdos de un pueblo y de una época que se deslizaban irremediablemente al mundo del olvido. Las otras dos obras son Lejos de Toledo y Adiós, Shangai, publicadas también por Los Libros del Asteroide, esta estupenda colección de pequeñas grandes obras. La traducción de Liliana Tabákova contribuye a dar ligereza al texto, conservando la frescura de su estilo, la espontaneidad de una narración oral.

Como lector, he de decir que he sentido pena al volver la última página, esa tristeza que se cuela cuando nos separamos de un amigo del que ya no sabremos más, o tan ocasionalmente que, en esencia, sabemos que sus ocurrencias e imágenes se limitarán en el futuro a las que logremos preservar en nuestra frágil memoria. Pocos elogios puedo añadir al ya dicho.

Esto es un polaco y un judío que viajan juntos en un tren. El polaco saca de su cesta una gallina bien cebada y se pone a comer, mientras que el judío, que es un pobretón, se contenta con algo de pan y la cosa más barata del mundo: cabezas de arenque. Entonces el polaco le pregunta:

-¿Por qué vosotros, los judíos, siempre coméis cabezas de arenque?
- Porque le hacen a uno más listo –contesta el judío.
- ¡No me digas! –se sorprende el polaco-. ¡Anda, véndeme unas cuantas cabezas!
- Vale -accede el judío-. Cinco cabezas, cinco rublos.
El otro compra las cabezas y se las come. Pero de repente le pregunta:
- Oye, ¿por qué me has cobrado un rublo por cabeza si un kilo de arenques cuesta un rublo?
-¿Ves? –contesta el judío-, ya te estás volviendo más listo...

Isaac Jacob Blumenfeld de Kolodetz elije este último camino. Wagenstein describe la biografía de este hombre a quien el tiovivo del siglo XX le atropella con todos sus elementos. Judío a los pies del Imperio Austrohúngaro, es llamado a servir como soldado; polaco en el período entre guerras es capaz de construir una familia; soviético por primera vez cambia de nuevo a ser judío durante el III Reich del cual es capaz de escapar a su rodillo de los campos de trabajo y exterminio, soviético de nuevo , tras la liberación es tratado como alemán y llevado a un gulag. Entre tanto, sufre y pierde todo menos su propia vida y sus propios recuerdos.
Tomarse todo eso con humor solo es posible para alguien que sobrevive gracias a hacerse el idiota, a camuflar su inteligencia y bondad, en lo cual demuestra ser un artista consumado, y aprovechar cada calamidad como si de una oportunidad se tratase. Su virtud es ser divertido y original desde la niñez hasta cuando declara ante un tribunal de guerra soviético, virtud inseparable de él.
Sus amigos magistralmente descritos le acompañan en esta aventura, sobre todo el rabino que se hizo presidente del club de ateos, aparece y desaparece de su vida dando continuidad a todo el relato. El ritmo narrativo de estas apariciones es excelente.
El formato recuerda un bonito y amargo cuento de tradición judía en el cual se han incluido tantos gags que es inevitable reírse constantemente (incluso de forma audible), y a la vez es un relato conmovedor, donde las lágrimas afloran en algunos fragmentos. La prosa fluida e imaginativa ayuda al lector a disfrutar aún más con su lectura, la cual nunca queremos terminar.
Recomendada para quienes viven con humor la vida, sobre todo la propia, sin darse demasiada importancia, porque todos estamos en el mismo tiovivo, unas veces encima del caballo y otras atropellados por el camión de bomberos. En resumen un libro, humano, cálido, divertido y sabio.

JOSEPH CONRAD. FUERA DE LA LITERATURA.


Novelista británico de origen polaco, considerado como uno de los grandes escritores modernos en lengua inglesa, cuya obra explora la vulnerabilidad y la inestabilidad moral del ser humano. Conrad, cuyo nombre original era Józef Teodor Konrad Korzeniowski, nació en Berdichev, Polonia (actualmente en Ucrania), hijo de un noble polaco. De su padre heredó el amor a la literatura. Quedó huérfano a los 12 años, y a los 16 abandonó la Polonia ocupada por los rusos y se trasladó a Marsella. Durante los siguientes cuatro años navegó en barcos mercantes franceses, también luchó en España en las guerras carlistas en las tropas de don Carlos y vivió una historia de amor que lo llevó al borde del suicidio. Posteriormente se puso al servicio de la Marina mercante inglesa y obtuvo la nacionalidad británica en 1886; al cabo de unos años cambió su nombre para que sonara más inglés. Durante la década siguiente navegó mucho, sobre todo por Oriente. Las experiencias de Conrad, especialmente en el archipiélago malayo y en el río Congo durante 1890, se reflejan en sus relatos, escritos en inglés, que era su cuarta lengua tras el polaco, el ruso y el francés. Publicó su primera novela y se casó con Jessie George en 1895. Conrad escribió 13 novelas, dos libros de memorias y 28 relatos cortos, pese a que escribir le resultaba difícil y doloroso, como refleja este comentario suyo tras completar la novela Nostromo (1904), considerada por muchos críticos como su obra maestra: "un triunfo por el que mis amigos podrán felicitarme como si hubiera salido de una grave enfermedad". Además del esfuerzo de escribir, sobrellevó el sufrimiento que le producía la gota, así como la parálisis de su mujer y los exiguos ingresos que obtenía de su trabajo. La vida en el mar y en puertos extranjeros constituye el telón de fondo de casi todos sus relatos, pero su obsesión fundamental fue la condición humana y la lucha del individuo entre el bien y el mal. Con frecuencia el narrador es un marino retirado -posiblemente el alter ego de Conrad, puesto que algunas de sus novelas se consideran autobiográficas-; ejemplo de ello es su primera obra publicada, La locura de Almayer (1895). Una de las novelas más conocidas de Conrad es Lord Jim (1900), en la que explora el concepto del honor a través de las acciones y sentimientos de un hombre que se pasa la vida intentando expiar su cobardía durante un naufragio ocurrido en su juventud. Otras obras suyas son: El negro del Narcisus (1897), centrada en un marinero negro; El agente secreto (1907), sobre los anarquistas londinenses; Bajo la mirada de Occidente (1911), ambientada en la Rusia represiva del siglo XIX; Victoria (1915), ambientada en los mares del sur; y el relato El corazón de las tinieblas (1902) que revela las aterradoras profundidades de la corruptibilidad humana, es una de las historias más conocidas de Conrad. Casi todas sus obras reflejan cierta tristeza. Su estilo es rico y vigoroso, y su técnica narrativa se sirve con habilidad de las interrupciones en el discurso cronológico. La construcción de sus personajes es sólida y eficaz. Conrad murió en Bishopsbourne, cerca de Canterbury, en 1924. Influyó de manera decisiva en la novela moderna, y su obra le valió el reconocimiento de destacados contemporáneos suyos como Arnold Bennett, John Galsworthy, Ford Madox Ford, Stephen Crane y Henry James.

En Fuera de la Literarura

Fuera de la Literatura agrupa una colección de 18 textos; artículos, breves ensayos sobre algunos de los temas que le interesan y le preocupan, así como también algunos recuerdos personales.
Una de las cosas que más me ha gustado ha sido como trasmite la personalidad del marino, al menos del de su época.
«Stephen Crane», más un homenaje a la amistad que el retrato de un escritor, y una reseña en la que Conrad toma como punto de partida la polémica entre ciencias y artes para aclarar su postura sobre lo que es y debe ser la novela. Todos ellos son textos breves que entroncan con sus otros dos libros de no ficción: El espejo del mar y Crónica personal. En el prefacio a Notas de vida y letras Conrad decía: «desconozco si debería o no aducir una disculpa por esta recopilación, que más tiene que ver con la vida que con las letras». También se podría destacar la sinceridad con la que está escrito. Los textos recogidos versan sobre algunos asuntos que Conrad trata de un modo que lo sitúa en los orígenes de una corriente hoy muy fecunda, en la que ensayo y narración, opinión y anécdota, escolio y apunte, se entrelazan y generan textos de una rara actualidad.


DE NAVEGANTE A ESCRITOR