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Toda la tierra que tengo la llevo en los zapatos.
Miriam Reyes

miércoles, 27 de julio de 2011

ÁNGEL ANDRADE

"EL PAISAJE COMPAÑERO DE VIAJE DE ANDRADE"


En 1890-91 Angel Andrade decoró, con pinturas murales, las estancias más representativas del Palacio de la Diputación y además
supervisó la decoración general, por lo que la instalación en él de su obra pictórica ha encontrado un marco, en principio, de lo más adecuado.

Andrade, un año antes de morir, veía como se iban haciendo realidad sus deseos de creación del Museo que manifestó pública e insistentemente desde su vuelta a Ciudad Real a través de la prensa. Para el pintor significaba la posibilidad de perdurar en sus obras. Poco más de un año después su colección personal estaba en el Palacio Provincial.
El 24 de Diciembre de 1932, apenas transcurrido un mes desde la muerte del artista, su hermano Pablo se dirige al Presidente de la Comisión Gestora de la Diputación de Ciudad Real para ratificar el ofrecimiento de las obras que ha heredado de su hermano, correspondiendo a los deseos previamente expresados por la Corporación de que dicha obra formara parte del Museo Provincial y siguiendo los propósitos del pintor. Asesorado por los profesores y artistas Mendía y Jerónimo López-Salazar, valora el conjunto en más de ciento cincuenta mil pesetas y pide a cambio de la donación de toda la obra en su poder, la concesión de una renta vitalicia de 6000 pesetas anuales y de la mitad para su esposa, si le sobrevive.


















Jardín del instituto
Paisaje campestre
Carta del marido ausente


Después de la restauración del edificio, se determinó que parte de esta obra, -otra parte está en el Museo Provincial-, se expusiera en los patios y galerías del Palacio. Así se ha constituido una muestra permanente de lienzos, tablillas y dibujos de Angel Andrade, la mayoría ya restaurados y otros en proceso de restauración.

Angel Andrade Blázquez

Las parte más interesante de la obra de Angel Andrade (1866-1932) la componen, sin duda, los paisajes, sobre todo los de los últimos años de su vida, insertos en la tendencia que algunos autores han denominado impresionismo español que, desde claves naturalistas lleva a sus últimas consecuencias el mito del "plein air".

Formado en el siglo XIX, en la Academia de San Fernando, Andrade fue uno de los muchos pintores españoles que descubrieron las posibilidades de la pintura de paisaje bajo el magisterio de Carlos de Haes. La obra de Max Liebermann, que conoció y según parece admiró, debió darle las claves de un naturalismo paisajístico que se situaba a medio camino entre los pintores de Barbizón y el paisaje holandés del siglo XVII. Desde estos parámetros, Andrade construirá una interesante pintura que prolonga, en el siglo XX, los últimos episodios de la del XIX, en una progresiva situación de aislamiento artístico que le aleja de las propuestas artísticas del primer tercio de siglo, pero que le lleva a construir una serie de paisajes, en sus emblemáticas "tablillas", pintadas directamente del natural, sin una posterior reelaboración en el estudio, y que, en muchos casos, tienen carácter experimental.













Hasta 1915, en que se establece definitivamente en Ciudad Real, de donde había salido en 1884 para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, gracias a una beca de la Diputación, sus preocupaciones van a estar entre la estética demandada por las Exposiciones Nacionales, con temas que van de la pintura de historia al casticismo, y su inclinación a los paisajes pintados del natural. En Aniversario (1890, Diputación Provincial), pintura que le supuso una Tercera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, el paisaje posee ya una importancia crucial. En 1895, después de algunos éxitos en Madrid, podrá residir en Roma, en calidad de pensionado, hasta 1900. Uno de sus envíos desde Roma, El Lago de Nemi (1985) evidencia su preocupación por el paisaje, todavía muy clasicista, con ecos de Poussin o Claudio de Lorena, y donde la luz no se ha convertido, aún, en el problema fundamental.

Desde 1900, año de su regreso de Italia, Andrade compagina la pintura con diferentes destinos docentes como profesor de dibujo: sus envíos a las Exposiciones Nacionales son cada vez menos frecuentes, y el pintor se centra cada vez más en la pintura de paisaje, dentro de los parámetros de renovación paisajística que había tenido lugar en España a fines del siglo XIX, en que el clasicismo pierde terreno frente a una concepción atmosférica del paisaje y una clara preponderancia de lo visible que envuelve todos los objetos de la representación (Arenas de San Pedro, 1907-1915. Salas Diputación Provincial).














A partir de 1915, ya en Ciudad Real, donde permanecerá hasta su muerte en 1932, su actividad artística se mueve entre la pintura de encargo, que cada vez le interesa menos, y el paisaje, cuya práctica se centra, básicamente, en las gradaciones lumínicas (Sauces, 1927. Diputación Provincial), y en la continuación de sus experimentos con el agua, el Molino de Zuacorta (1928), plantea una relación claramente impresionista entre la arquitectura, reducida a la luz y el agua. El Portal de su casa (1930) propone un interior de carácter litúrgico, y su última obra, Invernadero del Instituto de Ciudad Real (1930, inacabada) supone el legado de toda una profesión de fe luminista y, como toda su obra de esta época, un claro rechazo de toda pintura no realista.

La de Andrade es la obra de un paisajista inserto en la línea de renovación del paisaje que tiene lugar en España a fines del siglo XIX y en nuestra provincia es, sin duda, la representación más clara de esta tendencia. A través de López Torres, pintor en el que Andrade vio grandes cualidades, su obra enlazará con algunas de las tendencias del paisaje de postguerra.

Biografía: Arte y Cultura de la Provincia de Ciudad Real

Angel Andrade la aventura del paisaje 1866-1932

martes, 5 de julio de 2011

RECORDANDO A ANTONIO MACHADO

CANTARES

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Nunca persequí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...

Nunca perseguí la gloria.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...

Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar:

"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.

"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.

"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso.
Antonio Machado