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Toda la tierra que tengo la llevo en los zapatos.
Miriam Reyes

martes, 2 de marzo de 2010

Magia es nuestra capacidad de modificar la realidad sólo con desearlo.

El udjat u ojo egipcio
Udjat egipto CB La Revista
 Udjat egipcio / Fuente: Fermín Castro




















Un símbolo mágico muy poderoso: el udjat. Es uno de los símbolos mágicos defensivos más utilizado en el mundo antiguo y es el ojo adornado del Dios celeste, la fuerza positiva que nos defiende y protege, incluso tras nuestra muerte, de las huestes maléficas. Este símbolo es incluso hoy día utilizado con asiduidad por las empresas publicitarias; en este sentido, recuerdo un viejo disco de Alan Parson en cuya portada aparecía un enorme udjat. La mujeres egipcias, que eran supersticiosas a la par que coquetas, llevaban en sus bolsas de piel siempre algún amuleto de la suerte, un udjat o cualquier otro (se cosidera que fueron las egipcias las primeras en utilizar bolsos).
Los egipcios creían en la vida ultraterrena, por ello no es de extrañar que creyesen en los fantasmas, incluso poseían una festividad en la que se consideraba que el contacto con los familiares y amigos del Más Allá era posible. En las inmediaciones del templo de la reina Hatshepsut, los peregrinos se dispersaban entre cánticos por el cercano desierto; al oscurecer, aquellos miles de peregrinos encendían sus hogueras para pasar la noche bajo las estrellas; con sus miles de fogatas esparcidas aquí y allá entre las adormecidas arenas del desierto, debían parecer estrellas rutilantes, reflejos de las del cielo, todo un símbolo del sentido de aquella melancólica festividad. La relación con los queridos habitantes del Más allá era tan normal en la clase dirigente que nos ha llegado una gran cantidad de correspondencia cuyo destinatario se encontraba… ¡en las tumbas! Sí, así es, los egipcios, por lo menos los que sabían escribir y leer, enviaban cartas a sus difuntos.
Los egipcios tenían un concepto de la muerte muy positivo, consideraban que tras la muerte se entraba en las Tierras de Ialu, donde los paisajes son eternamente verdes y primaverales, donde los árboles son hermosos y dan fresca sombra, donde las flores embriagan; allí se encuentra el País de los Bienaventurados. Con el aroma de las flores de las Tierra de Ialu me despido… y os emplazo al siguiente número.  
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